Recientemente se ha producido cierto debate a propósito de la posible ausencia de intelectuales cristianos en la sociedad que nos está tocando vivir. Debate que personalmente creo es sano. Otra cuestión es como se pueda afrontar y con que intención. Dicho esto, os pongo un poco en antecedentes.
La primera andanada la realizó Diego S. Garrocho, (por cierto no he podido leer el citado articulo, pues no soy suscriptor de El Mundo) posteriormente llegarían llegarían Miguel Ángel Quintana Paz, José María Torralba, Ricardo Calleja, Fernando de Haro, Juan Rana y por último Rafael Gómez Pérez. ¡Sinceramente!, creo que sin querer han establecido un buen debate con mucha molla.
“El incendiario”, por decirlo de una forma metafórica, viene a “denunciar a su juicio”, la desaparición de lo que él llama el pensamiento específicamente cristiano de la guerra cultura que vivimos.
Y lo argumenta según Quintana Paz…, que, en nuestros debates públicos, nuestras redes sociales, nuestras tertulias políticas y discusiones intelectuales, apenas cabe oír voces cristianas que muestren, verbigracia, “el vigor filosófico del Evangelio de Juan, el mérito sapiencial del Eclesiastés o la revolución moral de las epístolas de San Pablo“.
Que pena no tener auténticos “cracks”, cómo lo fueron en su momento Chesterton, San Juan Pablo II o Benedicto XVI, entre otros. Y es que un servidor ya hace unos años, en una mesa redonda a propósito de unas jornadas de católicos y vida pública, denuncié que los cristianos en general y católicos en particular, teníamos que ocupar nuestro espacio en internet, en especial en redes sociales. Con la misión de cambiar esa imagen negativa de la Iglesia, la imagen del no, por la imagen de la alegría.
Sin embargo, hay que recordar que en palabras de Benedicto XVI… El cristianismo no es una filosofía o una moral, es un encuentro con Cristo. Solo a partir de ese momento, nuestra vida de cristiano se transforma. Y que mejor ejemplo, que el de San Pablo que a partir del encuentro con Cristo supo que hacer en todo momento.
Según continúa diciendo Benedicto XVI… “Esto engrandeció su corazón, lo abrió a todos. En este momento no perdió cuanto había de bueno y de verdadero en su vida, en su heredad, sino que comprendió de forma nueva la sabiduría, la verdad, la profundidad de la ley y de los profetas, se apropió de ellos de modo nuevo”.
“Al mismo tiempo, su razón se abrió a la sabiduría de los paganos; habiéndose abierto a Cristo con todo su corazón, fue capaz de entablar un diálogo amplio con todos, pudo hacerse todo con todos. Así realmente podía ser el apóstol de los paganos”.
Llegados a este punto, creo que sin querer y en parte hemos hecho referencia a lo que se podría considerar un intelectual cristiano, el problema que yo veo a todo esto, es que, para actuar de esta manera (a lo San Pablo), hemos de tener una formación más profunda que la de muchos cristianos que se quedan en la superficie de su vida.
Y esto creo que lo refleja muy claramente Ricardo Calleja cuando nos recuerda las palabras de Pablo VI… “el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros o si escucha a los maestros es porque son testigos”.
A la vista de todo lo anterior y esperando que hayas tenido la paciencia de haber leído todo lo que te he propuesto, únicamente me queda preguntarte… ¿Eres testigo o maestro?
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