Es curioso como desde la psicología, se nos indica los riesgos que corremos cuando intentamos educar con el miedo. Se nos dice, que no tiene nada de beneficioso la utilización de personajes terroríficos, amenazas e incluso la utilización del chantaje, a la hora de educar a los niños. Al contario, le perjudicamos en tal sentido, que psicológicamente pueden llegar a convertirse en adultos presos del terror.
Hasta aquí, posiblemente no haya discusión aparente a priori. Pero recientemente, he leído un interesante artículo en ACEPRENSA, que realmente me ha dejado, cuanto menos preocupado. El artículo en cuestión ser titula “La Cultura del miedo”.
En el citado articulo, el autor de este, se hace eco de la teoría que defiende entre otros el profesor emérito de Sociología de la Universidad de Kent Frank Furedi. Según Furedi, desde los años 70 se va extendiendo en la sociedad occidental una cultura del miedo que marca el día a día, y donde en cierto modo, los medios de comunicación están contribuyendo a su implantación.
Pero, es más, según el autor del citado articulo, nos habla de que existe una narrativa del miedo, donde la actual pandemia será un escalón más de esa escalera de caracol donde nos encontramos. Se nos presenta una sociedad sin esperanza, donde el caos y la destrucción acampan a sus anchas y ellos (los poderes mediáticos, económicos y políticos), cuidan de nosotros.
Todo ello, se va llevando a cabo de una forma muy sencilla sin apenas ser detectada. Donde lo que antes era válido, ahora son posibles riesgos que hemos de dejar de tener. Por ejemplo… el tema de los refrescos azucarados, el tomar el sol, etc. Todo eso, son amenazas contra nuestra salud. En otro sentido, es peligroso el llevar a los niños al parque y hemos de tomar conciencia de todo ello.
Incluso el lenguaje tiene su componente de influencia… términos que en su momento eran utilizados con cierta moderación (población vulnerable, grupos de riesgo, superviviente… etc.), ahora han pasado a un primer plano como cuestiones de gran interés.
A su vez, la sociedad vive en un “clima social frágil”, donde la virtud ya no tiene sitio. Ya no nos sirve como antídoto del miedo. Apareciendo un debilitamiento del consenso moral. Dios ha desaparecido de la escena y se apela a la ciencia… “La ciencia dice…”
Consecuencia de todo, emerge un sujeto temeroso, ya que las amenazas que nos rodean consiguen influir en nuestra idea de lo que significa ser persona. El viejo héroe es desplazado o eliminado por el superviviente.
De hecho, para Furedi… “La socialización de los jóvenes se ha basado cada vez más en técnicas terapéuticas que han tenido el efecto perverso de animar a niños y jóvenes a interpretar problemas existenciales como problemas psicológicos”.
Consecuencia de ello, los jóvenes acuden más a la ayuda psicológica para afrontar sus miedos y poder aumentar su autoestima, sin ir más lejos, en esta pandemia se está viendo que los jóvenes son el colectivo que más está sufriendo las restricciones de esta pandemia que nos azota.
Y como secuela de todo lo que venimos comentado… surge una obsesión por la seguridad. Sin ir más lejos, como motivo de los ataques terroristas de las Torres gemelas, se pudo constatar esa obsesión. Obsesión que nace de la mezcla entre el miedo a lo que pueda ocurrir y una baja tolerancia al dolor. A ello, hay que sumarle la intranquilidad interior que hoy por hoy se tiene a nivel existencial (La religión ya no es un referente como antaño).
Incluso Frank Furedi llegar a advertir de que “La cultura del miedo promueve continuamente la idea de que nuestra seguridad depende de abandonar algunas de nuestras libertades”.
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